En el reloj de la sala, las horas pasaban sin
dejar un rastro de esa presencia tan deseada por ella; sin duda, estaba
desesperada por saber algo, saber la calmaría. No tenía ganas de hacer nada,
sólo podía distinguir el agujero negro de su propio encierro. Nada conspiraba a
su favor; todo era quietud, todo era letanía. Sus pensamientos ya estaban
inmóviles, sus emociones ya estaban congeladas, su corazón, ahora en un lento
latir, le anunciaba su abatimiento, y ella, ella no podía hacer otra cosa más
que esperar esa presencia mientras las horas pasaban. Todos le aseguraban que
su hija había muerto, pero ella no conseguía entender, mucho menos aceptar, que
su niña no volvería a escuchar más el toque de aquel reloj.
6 comentarios:
Un relato intimista, de profunda tristeza, en el que -gracias a tu elección precisa del plano semántico- nos llega la intensidad de efecto de la historia.
Gran trabajo, Eleonora.
Un abrazo,
Te creces en cada relato, desarrollas la historia en un mismo plano, sabes describirnos el tiempo y el espacio para llevarnos al final inesperado.
Enhorabuena.
un fuerte abrazo
fus
Pedro y fus: muchas gracias por sus palabras. Me brindan una inmensa alegría y mayores motivos para continuar.
Abrazo enorme.
Eleonora.
Una muerte que se hace presente como el toque de un reloj carrillón, una muerte real que sentencia a una muerte simbólica.
Creo que vas encontrando tu propia voz, tu propio estilo. Ahora hay que ir por más, hay que salir a buscar que te lean más.
Un beso.
HD
Humberto: muchas gracias por acompañarme en este camino, que marca un progreso no sólo en la escritura, sino en mi vida misma.
Claro que sí, tengo todas las ganas de ir por más.
Un cariño enorme!
Eleonora.
Hola Eleonora, primera vez por tu blog, seguí la invitación de Humberto.
No tengo la sapiencia de el, de Pedro o de Fus, para comentar la semántica, sólo puedo decir que me moviliza la expresividad de tu prosa.
Te seguiré leyendo.
Un abrazo.
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