viernes, 3 de agosto de 2012

El reloj de la sala

En el reloj de la sala, las horas pasaban sin dejar un rastro de esa presencia tan deseada por ella; sin duda, estaba desesperada por saber algo, saber la calmaría. No tenía ganas de hacer nada, sólo podía distinguir el agujero negro de su propio encierro. Nada conspiraba a su favor; todo era quietud, todo era letanía. Sus pensamientos ya estaban inmóviles, sus emociones ya estaban congeladas, su corazón, ahora en un lento latir, le anunciaba su abatimiento, y ella, ella no podía hacer otra cosa más que esperar esa presencia mientras las horas pasaban. Todos le aseguraban que su hija había muerto, pero ella no conseguía entender, mucho menos aceptar, que su niña no volvería a escuchar más el toque de aquel reloj.

6 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Un relato intimista, de profunda tristeza, en el que -gracias a tu elección precisa del plano semántico- nos llega la intensidad de efecto de la historia.

Gran trabajo, Eleonora.

Un abrazo,

fus dijo...

Te creces en cada relato, desarrollas la historia en un mismo plano, sabes describirnos el tiempo y el espacio para llevarnos al final inesperado.
Enhorabuena.

un fuerte abrazo

fus

Eleonora Beatrice dijo...

Pedro y fus: muchas gracias por sus palabras. Me brindan una inmensa alegría y mayores motivos para continuar.
Abrazo enorme.
Eleonora.

Humberto Dib dijo...

Una muerte que se hace presente como el toque de un reloj carrillón, una muerte real que sentencia a una muerte simbólica.
Creo que vas encontrando tu propia voz, tu propio estilo. Ahora hay que ir por más, hay que salir a buscar que te lean más.
Un beso.
HD

Eleonora Beatrice dijo...

Humberto: muchas gracias por acompañarme en este camino, que marca un progreso no sólo en la escritura, sino en mi vida misma.
Claro que sí, tengo todas las ganas de ir por más.
Un cariño enorme!
Eleonora.

El moli dijo...

Hola Eleonora, primera vez por tu blog, seguí la invitación de Humberto.
No tengo la sapiencia de el, de Pedro o de Fus, para comentar la semántica, sólo puedo decir que me moviliza la expresividad de tu prosa.
Te seguiré leyendo.
Un abrazo.