La escena era tan perfecta que por un
instante creyó que su ficción se había vuelto realidad. Quería permanecer allí,
atrapado en ese inmenso placer, quería que nada alterara el momento.
La mujer del perfume más encantador -así la
nombraba- era quien lo hacía sentir tan bien. Juan creía adorarla, pero sabía
que existía una condición, jamás debería dejar de emanar su esencia. De mil
maneras diferentes, ella le insinuó que lo que él deseaba era imposible, pues
su propia naturaleza hace que su cuerpo vaya perdiendo su aroma segundo tras
segundo. Aceptar esa verdad para él fue su mayor catástrofe por lo que, envuelto
en el más profundo llanto, la sesgó.
Las lágrimas hicieron una breve escala en sus
mejillas para luego seguir viaje hacia los pétalos ya muertos de la Rosa Té.
6 comentarios:
Al principio creì recordar al libro del Perfume, pero cuando termino de leerlo, me encuentro con un final natural como la vida misma. Enhorabuena.
un abrazo
fus
Asu intenso.
Jugás con esa analogía mujer-flor de una manera un poco trágica, ese Juan es un tragicista, por no decir otra cosa. La esencia de las cosas se desvanece, como bien dice el dicho: El tiempo todo lo destruye.
Por cierto, tuve que googlear Rosa Té, la desconocía.
Un beso.
HD
Un micro intenso, Eleonora, que lleva a lector a reflexionar sobre la propia naturaleza, en cuanto a la dificultad que tenemos a veces de dimensionar las cosas en su justa medida.
Como dice el Sr. Dib, buena trabajo en la analogía.
Un abrazo,
Hola Boris:
Muchas gracias por tus palabras. Con mucho gusto visitaré tu blog.
Un cariño.
Eleonora.
Todo llega y todo pasa, simplemente se disfruta ese momento de paréntesis.
que tengas un buen fin de semana.
un saludo.
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